23/7/07

De un espacio inútil

De un espacio inútil
Georges Perec

En varias ocasiones he tratado de imaginarme un departamento donde hubiera una pieza inútil, absoluta y deliberadamente inútil. No se trata de un trastero o una habitación suplementaria, ni un pasillo, ni un cuchitril ni un recoveco. Habría sido un espacio sin función. No habría servido para nada, no habría remitido a nada.

A pesar de mis intentos me fue imposible llevar a cabo este pensamiento, esta imagen, hasta el final. El mismo lenguaje, me parece, se reveló incapaz para escribir esa nada, ese vacío, como si sólo se pudiera hablar de lo que es pleno, útil y funcional.

Un espacio sin función. No <>, sino que precisamente sin función; no pluri-funcional (esto todo el mundo lo sabe hacer), sino a-funcional. Evidentemente no habría sido un espacio destinado únicamente a <> los otros (cuarto trasero, armario empotrado, guardarropa, estantería, etc.) sino un espacio, repito, que no habría servido para nada.

A veces llego a no pensar en nada, y ni siquiera como el Amigo Pierrot a la muerte de Louis XVI: de repente me doy cuenta de que estoy aquí, que el metro acaba de pararse y que tras abandonar Dugommier unos noventa segundos antes, aunque parezca imposible, ahora estoy en Daumesnil. Pero, en este caso, no he llegado a pensar en nada. ¿Cómo pensar la nada? ¿Cómo pensar la nada sin poner automáticamente algo alrededor de esa nada, lo cual produce un agujero, en el que rápidamente se va a poner algo, una práctica, una función, un destino, una mirada, una necesidad, una ausencia, un excedente...?

Trate de seguir con docilidad esta idea tan difusa. Y encontré muchos espacios inutilizables, y muchos espacios inutilizados. Pero no quería nada inutilizable, ni tampoco nada inutilizado, sino algo que fuera inútil. ¿Cómo prescindir de las funciones, los ritmos, las costumbres, cómo prescindir de la necesidad? Me imaginé que vivía en un apartamento inmenso, tan inmenso que nunca conseguía acordarme de cuántas piezas tenía (lo supe tiempo atrás, pero lo había olvidado y sabía que era demasiado viejo para volver a empezar un recuento tan complicado): todas las piezas servirían para algo, menos una. La cosa era encontrar esa última. En una palabra, no era más difícil que encontrar, en el caso de los lectores de La Biblioteca de Babel, el libro que tenía la clave de los demás. Efectivamente era algo muy próximo al vértigo borgesiano el hecho de querer representarse una sala reservada para la audición de la Sinfonía n° 48 en do, llamada MariaTheresa, de Joseph Haydn, otra dedicada a la lectura del barómetro de la limpieza de mi dedo gordo del pie derecho...

Pensé en el viejo príncipe Bolkonki que, cuando le inquieta la suerte de su hijo, busca en vano durante toda la noche de habitación en habitación, con una antorcha en la mano y seguido de su servidor Tikhone con unas mantas de piel, la cama donde al fin cogerá el sueño. Pensé en una novela de ciencia-ficción donde el hábitat había desaparecido; pensé en otro relato de Borges (El Inmortal) en el que unos hombres que habían perdido la necesidad de vivir y morir construyen palacios en ruina y escaleras inutilizables; pensé en grabados de Escher y cuadros de Magritte; pensé en una gigantesca caja de Skinner: una habitación enteramente negra, un único botón en una de las paredes; al apretar el botón aparece por un breve instante algo así como una cruz e Malta gris sobre fondo blanco...; pensé en las grandes pirámides y en el interior de la iglesia de Saenredam; pensé en algo japonés; pensé en el vago recuerdo que tenía de un texto de Heissenbüttel en que el narrador descubre una pieza sin puertas ni ventanas; pensé en sueños que había tenido sobre el mismo tema, cuando descubría en mi propio apartamento una pieza que no conocía...

Jamás llegué a algo realmente satisfactorio. Pero creo que no perdí completamente el tiempo al tratar de franquear ese límite improbable: tengo la impresión de que a través de este esfuerzo se transparenta a lo que podría tener estatuto de habitable...

PEREC, Georges.
Especies de Espacios.
Ed. Montesinos. Barcelona, 2003

5 comentarios:

Kroznik dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Kroznik dijo...

"Efectivamente era algo muy próximo al vértigo borgesiano el hecho de querer representarse una sala reservada para la audición de la Sinfonía n° 48 en do, llamada MariaTheresa, de Joseph Haydn, otra dedicada a la lectura del barómetro de la limpieza de mi dedo gordo del pie derecho..." xD

Yo por lo menos nunca me había planteado una cosa que se pareciera a esto. Así que voy a comentar cronológicamente lo que he pensado del asunto.

Primero, cuando Roberto (se llamaba roberto el profe, o no?) les introduce el tema en la fau, me pareció una cosa bastante burda. Me imaginé a los estudiantes inventando una habitación que siempre partía de un paralelepípedo vacío y empezaban a aparecer tabiques sin retícula, que lo convertían en realidad en un espacio explorable más que inútil.

Pero ahora mientras leía el ensayo me dí cuenta de que es muchísimo más complejo. Y claramente el problema planteado promete ser un desafío. En realidad para mí da susto enfrentarse a este problema, personalmente me considero a más de un año de distancia para poder resolver una cosa así.

Claro, eso lo hace más interesante, jajaja.

Me llamó particularmente la atención la idea de un único botón que hace aparecer no sé que cosa. Fuera de no haber entendido lo que propone esta idea, algo me hace intuír que podría ser un proyecto bien encaminado. El problema es que en el ensayo se manifiesta la multiplicidad de caminos para elegir. Porque se cuestiona que la inutilidad sea una característica del espacio o que sea más bien una consecuencia del entorno. Y creo que partir por discriminar aquello se hace ya un reto.

Así... lo último que pensé después de leer el ensayo fue ¿Es un tema abarcable para un semestre?

Una de las cosas que explican esta pregunta es el alcance léxico que se hace al principio. Ya que se pone en claro que el término inutilizable lleva a un resultado erróneo y sólo puede ser inútil.
Entonces es posible comparar este problema, como decía, lingüísticamente. ¿Hasta dónde se puede definir una palabra para asegurar que la persona que recibe esta instrucción esté en calidad de usarla cumpliendo cabalmente con su función original? Es un tema que se entiende al revisar la cantidad de sinónimos que tiene una palabra contra la cantidad de sinónimos absolutos de la misma.

Saludos.

C John

Anónimo dijo...

Desde mi punto de vista, el hacerlos leer el texto, y hacerlos reflexionar acerca del espacio, y más especificamente aún, acerca de un espacio para nada, tiene como función removerlos un poco de las ideas preconcebidas que tienen con respecto a un encargo de taller, y hacerlos pensar fuera del molde... ya que uno como estudiante siempre tiende a partir, de alguna idea en específico y eso afecta el desarrollo y el potencial de un proyecto.

Ahora bien, cualquiera que lea el texto entero, puede darse cuenta que Perec termina por insinuar algo distinto a la existencia de un "espacio para nada" ya que, al albergar una actividad humana (cualquiera que esta sea, por muy mínima y banal que esta parezca) el espacio ya esta cumpliendo una función. Es más, al existir un espacio para nada, no pasa a ser éste, potencialmente un espacio para todo? al no existir la limitante de UNA actividad, podría decirse que puede acoger TODAS las actividades?

Más allá de querer que se partan la cabeza tratando de entender la relación entre la nada, el espacio y el ser humano, queremos que reflexionen acerca de arquitectura, al fin y al cabo eso es lo que nos convoca al taller.

Sebastián Laclabère
monitor de Taller Aguilar

Anónimo dijo...

A todo esto el profe se llama rodrigo jajaja.

saludos a todos.

Sebastián... de nuevo jajaja

Kroznik dijo...

"Es más, al existir un espacio para nada, no pasa a ser éste, potencialmente un espacio para todo? al no existir la limitante de UNA actividad, podría decirse que puede acoger TODAS las actividades?"

Yo creo que eso es precisamente el problema. Porque luego de darle vueltas al asunto uno tiende a concluír eso. Pero creo que la gracia de este encargo es precisamente romper esa relación, que de paso probablemente esté muy ligada al modelo de un cuarto vacío.

Hoydía discutimos un poco el tema con Sebastián Muñoz (T. Sanchez) y Sebastián Chinchilla (T. Aguilar). Una de las dudas que me salió fue precisamente esa. Si metas a alguien a un cuarto vacío (y agreguémosle, sin ventanas para exagerar la idea) durante un par de horas y le preguntas qué hizo, en general respondería que no hizo nada. Pero lo que tu mencionabas alude a que esa nada pudo quizás ser estar sentado pensando cosas. Lo cual claramente no es "nada". Sin embargo la complejidad del asunto con este ejemplo toma dos dimensiones más. La primera es lo que decía, qué tan nada es la nada y hasta qué punto el término inútil podría tener la flexibilidad de categorizar ciertos acontecimientos como nulos. La segunda es más rebuscada, si pensamos que algún sujeto pudiera decir estuvo trotando por la habitación (suponiendo un tipo obstinado en una habitación de 12 metros cuadrados jajaja). Como sea, eso llevaría a que la utilización depende del usuario. Pero más que agregar una complicación tonta al encargo, este ejemplo sugiere que de estas complicaciones tontas puede que haya suficientes, como para que la idea de un espacio inútil no se sustente nisiquiera teóricamente.

Espero que eso haya explicado bien por qué cité ese pedazo de tu comentario ^^