31/7/07

Criar polvo

Criar polvo

Jean Baudrillard


Toda nuestra realidad se ha convertido en experimental. Ante la ausencia de destino, el hombre moderno se ha entregado a una experimentación sin límites sobre sí mismo. Dos ilustraciones recientes: una, Loft Store (1), la ilusión mediática de lo real en directo; la otra, Catherine Millet, la ilusión fantasmagórica del sexo en directo.


El Loft ha devenido un concepto universal, una condensación de parque humano de atracciones, de gueto, de lugar sin salida y del ángel exterminador. La reclusión voluntaria como laboratorio de una convivencia sintética, de una socialidad telegenéticamente modificada.


Es entonces, cuando se puede ver todo (como en Big Brother, los reality shows, etc.), cuando advertimos que ya no hay nada que ver. Es el espejo de la banalidad, del grado cero, donde se ha hecho la prueba, en contra de todos los objetivos, de la desaparición del otro, e incluso, quizá, del hecho de que el ser humano no es fundamentalmente un ser social. El equivalente de un ready-made —transposición de la everyday life, falsificada a su vez por los modelos dominantes—. Banalidad de síntesis, fabricada en circuito cerrado y con pantalla de control.


En esto, el microcosmos artificial del Loft se parece a Disneylandia, que produce la ilusión de un mundo real, de un mundo exterior, cuando ambos son imágenes recíprocas y exactas. Todos los Estados Unidos son Disneylandia, y todos nosotros estamos en el Loft. No hace falta que entremos en el doble virtual de la realidad, ya estamos dentro —el universo televisivo sólo es un detalle holográfico de la realidad global—. Incluso en nuestra existencia más cotidiana, nos hallamos en una situación de realidad experimental. De ahí la fascinación por la inmersión y por la interactividad espontánea. ¿Voyeurisme porno? No.


En cuanto al sexo, está por todas partes, aunque no es lo que quiere la gente. Lo que quiere es, en el fondo, el espectáculo de la banalidad, hoy en día la verdadera pornografía, la verdadera obscenidad —la de la nulidad, la insignificancia y la banalidad—. En el extremo contrario al del teatro de la crueldad. Aunque acaso también haya una forma de crueldad, por lo menos virtual. Justamente cuando la tele y los media son cada vez menos capaces de dar cuenta de los acontecimientos (insoportables) del mundo, descubren la vida cotidiana, la banalidad existencial como el acontecimiento más mortífero, la actualidad más violenta, el lugar, incluso, del crimen perfecto. Y, en efecto, lo es. Y la gente está fascinada, fascinada y horrorizada por la indiferencia del «nada que decir», «nada que hacer», por la indiferencia de su existencia. La contemplación del Crimen Perfecto, de la banalidad como nuevo rostro de la fatalidad, se ha convertido en una auténtica disciplina olímpica o en el último avatar de los deportes extremos.


Todo ello reforzado por el hecho de que el público se sitúa como juez, e incluso ha devenido Big Brother. Estamos más allá del panóptico, de la visibilidad como fuente de poder y control. Ya no se trata de hacer las cosas visibles a un ojo exterior, sino de hacerlas transparentes a sí mismas, por perfusión del control en la masa, borrando las huellas de la operación. Así, los espectadores se ven implicados en una gigantesca contra-transferencia negativa sobre ellos mismos y, una vez más, es de ahí de donde procede la atracción vertiginosa de este tipo de espectáculos.


En el fondo, todo esto corresponde al derecho y al deseo imprevisible del ser imprescriptible. De no ser Nada y de ser visto como tal. Hay dos modos de desaparecer: o se exige no ser visto (véase la problemática actual del derecho a la imagen) o se incurre en el exhibicionismo delirante de la nulidad. Nos anulamos para ser vistos y mirados como si no fuéramos nadie —la última protección contra la necesidad de existir y la obligación de ser nosotros—.


De ahí la exigencia contradictoria y simultánea de no ser visto y de ser perpetuamente visible. Todo el mundo juega en ambos tableros al mismo tiempo, y ninguna ética ni legislación puede acabar con este dilema —el del derecho incondicional de ver y el derecho, asimismo incondicional, a no ser visto—. La información máxima forma parte de los derechos del hombre, así como la visibilidad forzosa, la sobreexposición a los focos de la información.

La expresión de uno mismo como forma última de la confesión, como decía Foucault. No guardar ningún secreto. Hablar y hablar, comunicar incansablemente. Tal es la violencia impuesta al ser singular y a su secreto. Y al mismo tiempo es una violencia impuesta al lenguaje, ya que a partir de aquí también él pierde su originalidad, no es otra cosa que un medio, un operador de visibilidad, y pierde toda dimensión irónica o simbólica —aquella en la que el lenguaje es más importante que aquello de lo que habla—.


Y lo peor de esa obscenidad, de esa falta de pudor, es la participación forzosa, la complicidad automática del espectador, resultado de un verdadero chantaje. Este es el objetivo más claro de la operación: el servilismo de las víctimas, desde luego voluntario, el servilismo de unas víctimas que disfrutan del mal que se les hace, de la vergüenza que se les impone. La participación de toda una sociedad en su mecanismo fundamental: la exclusión ¡y encima interactiva! Decidida en común, consumida con entusiasmo—.


Aunque todo acaba en la visibilidad, que es, como el calor en la teoría de la energía, la forma más degradada de la existencia, el punto crucial es hacer de esa pérdida de todo espacio simbólico, de esa forma extrema de desencanto de la vida un objeto de contemplación, de estupefacción y de deseo perverso. «La humanidad, que antiguamente, con Homero, había sido objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ahora lo es de sí misma. Su alienación respecto a sí misma ha alcanzado un grado tal que la lleva a vivir su propia destrucción como una sensación estética de primer orden»
(Walter Benjamin).


Lo experimental ocupa en todas partes el lugar de lo real y de lo imaginario. Por todos los lados nos son inoculados los protocolos de la ciencia y de la verificación, y disecamos, en vivisección, bajo el escalpelo de la cámara, la dimensión relacional y social, al margen de todo lenguaje y contexto simbólico. También Catherine Millet forma parte de lo experimental —otra clase de «vivi-sexión»: todo lo que de imaginario tiene la sexualidad ha sido barrido, sólo queda un protocolo en forma de verificación ilimitada del funcionamiento sexual, de un mecanismo que, en el fondo, ya no tiene nada de sexual—.


Doble contrasentido: hacer de la sexualidad la referencia última. Rechazada o manifestada, la sexualidad sólo es, en el mejor de los casos, una hipótesis y, como tal, es erróneo convertirla en una verdad y una referencia. La hipótesis sexual no es, quizá, nada más que un fantasma y, de todos modos, es del rechazo de donde la sexualidad ha adquirido su autoridad y cierta aura de extraña atracción —manifestada llega a perder esta cualidad potencial—; y de ahí el contrasentido y el absurdo de pasar al acto y de una «liberación» sistemática del sexo: una hipótesis no «se libera». En cuanto a hacer la prueba del sexo por el sexo, ¡qué tristeza! Como si la gracia no radicase en la desviación, en el atajo, la transferencia, la metáfora —en el filtro de la seducción, no en el sexo y el deseo, sino en el juego con el sexo y el deseo—. Eso es lo que hace del todo imposible la operación del sexo «en directo», así como la de la muerte en directo o la del acontecimiento en directo en la información —todo ello es increíblemente naturalista—. Es la pretensión de hacer que todo suceda en el mundo real, de precipitarlo todo en una realidad integral. Y, de algún modo, eso es la esencia misma del poder. «La corrupción del poder es inscribir en lo real lo que pertenece al ámbito del sueño...»


La clave nos la proporciona Jacques Henric en su concepción de la imagen y de la fotografía: es inútil cubrirse la cara, nuestra curiosidad por las imágenes es siempre de índole sexual —al fin y al cabo, todo lo que se busca es sexo, especialmente el sexo femenino—. Ahí se encuentra no sólo el origen del mundo
(Courbet), sino el origen de todas las imágenes. Vayamos, pues, sin rodeos, y fotografiemos esa única cosa, ¡obedezcamos sin lamentaciones la pulsión escópica! Ese es el principio de una «realerotik», cuyo equivalente para el cuerpo es el acting-out copulatorio perpetuo de Catherine Millet: dado que finalmente lo que todo el mundo sueña es el uso sexual ilimitado del cuerpo, ¡pasemos sin dilación a la ejecución del programa!

Más seducción, más deseo, más goce, todo radica en esto, en la repetición incontable, en una acumulación en la que la cantidad desconfía sobre todo de la calidad. Seducción prescrita. La única pregunta que querríamos hacer es la que murmura el hombre al oído de la mujer en una orgía. Ella se halla de hecho más allá del fin, donde todos los procesos adquieren un aspecto exponencial y sólo pueden reproducirse indefinidamente. Así, para Jarry, en el Supermacho, una vez alcanzado el umbral crítico en el amor, lo podemos hacer indefinidamente, es el estadio automático de la máquina sexual. Cuando el sexo no es nada más que un sex-processing, deviene transfinito y exponencial. Y, sin embargo, no alcanza su meta, que sería agotar el sexo, llegar al final de su ejercicio. Eso es evidentemente imposible. Tal imposibilidad es todo lo que queda de una venganza de la seducción o de la propia sexualidad, en sus operadores sin escrúpulos para ellos mismos, para su deseo y para su placer—.


«Pensar cómo una mujer se quita la ropa», dice Bataille. Sí, pero la ingenuidad de todas las Catherine Millet es creer que se quitan la ropa para desnudarse, para quedarse desnudas y así acceder a la verdad desnuda, la del sexo o la del mundo. Si nos quitamos la ropa, es para aparecer —no para aparecer desnuda como la verdad (¿quién puede creer que la verdad continúa siendo la verdad cuando la despojamos del velo?), sino para nacer en el reino de las apariencias, es decir, de la seducción— que es exactamente lo contrario.


Contrasentido total de esa visión moderna y desencantada que considera el cuerpo un objeto que sólo espera ser desnudado, y del sexo como un deseo que sólo espera devenir acto y gozar. Mientras todas las culturas de la máscara, del velo, del adorno dicen exactamente lo contrario: que el cuerpo es una metáfora, y que el verdadero objeto de deseo y de placer, son los signos, las marcas que lo separan de la desnudez, de la naturalidad, de la «verdad», de la realidad integral de su ser físico. En todas las partes, es la seducción la que separa a las cosas de su verdad (la verdad sexual inclusive). Y si el pensamiento le quita la ropa, no es para revelarla desnuda, para desvelar el secreto de lo que hasta entonces habría estado oculto, sino para hacer aparecer aquel cuerpo como definitivamente enigmático, definitivamente secreto, como un objeto puro cuyo secreto jamás será arrebatado, y no hay ninguna posibilidad de que lo sea.


En estas condiciones, la mujer afgana tras la celosía, la mujer enrejada de la portada de Elle, tiene el papel de alternativa sorprendente a la virgen loca de Catherine Millet. El exceso del secreto contra el exceso de impudor.
Además, ese mismo impudor, esa obscenidad radical (como la de Loft Story) es asimismo un velo, el último velo —infranqueable, que se interpone cuando creíamos haberlos rasgado todos—. Querríamos llegar a lo peor, al paroxismo de la exhibición, al descortezamieto total, a la realidad absoluta, al directo y al despellejamiento en vivo —nunca se llega—. No hay nada que hacer —el muro de lo obsceno es infranqueable—. Y, paradójicamente, esa búsqueda imposible hace resurgir la regla de juego fundamental: la de lo sublime, el secreto, la seducción, la misma que se persigue a muerte en la sucesión de velos rasgados.


¿Por qué no establecer la hipótesis, inversa a la del voyeurisme y la estupidez colectiva, de que lo que busca la gente —todos nosotros— al oponerse al muro de lo obsceno es justamente presentir que no tiene nada que ver con ello, que jamás se sabrá la última palabra y así verificar al contrario el poder último de la seducción? Verificación desesperada, pero lo experimental es siempre desesperado. Lo que pretende verificar Loft Story es que el ser humano es un ser social —cosa nada segura—. Lo que pretende demostrar Catherine Millet es que ella es un ser sexuado —cosa tampoco segura. Lo que se ha verificado con esos experimentos son las propias condiciones de la experimentación, llevadas simplemente al límite. En el mejor de los casos, el sistema se descodifica en sus extravagancias, pero es el mismo en todas partes. La crueldad es la misma en todos los lugares. En conjunto, todo se reduce, volviendo a Duchamp, a «criar polvo».


(1) Loft Story es la versión francesa de Gran Hermano. (nota del t.)


Arquitecturas del Ocio y el Desenfado

Arquitecturas para el Ocio y el Desenfado
Aproximaciones modernas de la primera mitad del siglo XX

Macarena Cortés


La playa urbana es un espacio en el que la búsqueda de la soledad sería quimérica, y lo que hay es una celebración colectiva del cuerpo en relación al clima y al mar, La playa es uno de los lugares donde mejor se desarrolla la noción de la publico en la sociedad contemporánea, ligada a esa relación hedonista el are, e sol y el agua, y a la desnudez de les cuerpos, a la frágil dad de todos los individuos igualados por esa desnudez.

Entrevista a Ábalos & Herreros en www.abalos-herreros.com


La descripción que hacen Ábalos y Herreros de la playa, sintetiza al menos dos aspectos relevantes de su uso, que se han ido modificando a través de los siglos. El primero, es considerar la playa como espacio público, de manifestación social por excelencia. El segundo, es que esta experiencia está centrada en actos que relacionan intensamente el cuerpo y la naturaleza.
Esta reflexión, de cómo puede ser entendido el espacio público hoy, tiene que ver con las modificaciones en las conductas sociales a lo argo del siglo XX. Estas han requerido de respuestas arquitectónicas y urbanas que han experimentado tanto con las posibilidades espaciales y formales para acoger las actividades de ocio, como con la sensibilidad para construir en paisajes naturales.
Así, el presente texto pretende analizar ejemplos surgidos en la primera mitad del siglo XX, donde el propio desarrollo de la disciplina se sobrepone a los cambios en as aspiraciones y las prácticas sociales en torno a los períodos de descanso.
Por un lado, como explica Manuel Gausa, ‘‘la ausencia de modelos tipológicos de referencia para una experiencia ajena a la urbana favorece respuestas arquitectónicas espontáneas”. Esto quiere decir que los proyectos debieron resolver nuevos requerimientos pro- gramáticos anteriormente inexistentes, y esta coyuntura permitió que ellos experimentaran libremente sus soluciones.
Por otro lado, la ubicación en contextos naturales, como bordes costeros, riberas y parques, sumado a la valorización creciente de la relación entre naturaleza y salud del cuerpo humano, sugerirán una aproximación sensible de los proyectos al entorno en que se emplazan.


01.
DESDE LA CASETA DE BAÑO AL GRAN HOTEL, ANTECEDENTES DE LA ARQUITECTURA BALNEARIA

Existe en la actualidad un acuerdo en que el surgimiento de la industrialización con sus presiones en la jornada de trabajo, supusieron también, el surgimiento de las horas de descanso para las clases trabajadoras. Esto acompañado por la insalubridad de la ciudad y de sus habitantes, hacen presentes las teorías científicas sobre la legitimación terapéutica de las estadías en la costa, la importancia del deporte y en general, sobre la naturaleza como sanadora.

Por esta razón, si bien las clases acomodadas habían iniciado sus períodos de vacaciones desde principios de siglo XVIII, la masificación de ellos será posterior. Éstos solo se verán concretizados a partir de la disponibilidad de tiempo libre como derecho social, y a partir del acceso real a zonas vacacionales, a través de los nuevos medios de transportes, preferentemente el ferrocarril.

Será a lo largo del siglo XIX, en que se irá popularizando el uso de la playa, al mismo tiempo que se irá transformando en una industria de importantes aportes económicos.
Ahora bien, la arquitectura que caracterizará estos inicios, particularmente la realizada en la costa, tendrá un carácter novedoso en lo programático. Desde las casetas para el baño, que a través de sus ruedas permitían a los bañistas acercarse al mar, hasta los muelles que se adentraban hacia el horizonte conteniendo en ellos múltiples programas.

Por otro lado, estarán las estructuras más permanentes, concentradas en tres tipos de entidades; el Casino, el Sanatorio y el Gran Hotel. Todos ellos dedicados exclusivamente al descanso y a la entretención.
En términos arquitectónicos todos ellos, hasta entrado el siglo XX, si bien congregarán nuevas actividades, en términos estilísticos estarán diseñados de forma ecléctica y palaciega, que se verán casi repetidos de forma similar en distintas latitudes: ‘il regency e il victoriano determinavano le facciate e gli interni degli alberghi a Margate come Cape May, sulla Bretagna come sulla Costa Azzurra; el gotico, con o senza guglie e pinnacoli, si affacciava sui mari del Nord como sull’Oceano, sul Mar Nero come a Palm Beach” (1).

Este comentario nos permite reflexionar en torno a lo que realmente podría haber producido un cambio en la manera de concebir estos espacios. Ya que si bien los requerimientos programáticos ligados a los períodos de descanso habían estado planteados ya desde principios del siglo XIX, la arquitectura sólo afrontará el problema del diseño de esta área, desde una perspectiva nueva, a partir del siglo XX.
Podríamos decir entonces que la arquitectura debió esperar a que la intensificación del fenómeno de masas se consolidara. Al mismo tiempo que las prácticas balnearias se liberan y que las actividades deportivas modernas se establecieran como comunes. Finalmente, debió esperar a que la propia disciplina viera en este fenómeno un espacio adecuado para cumplir sus ideales de renovación.


02.

LA PLANIFICACIÓN DEL OCIO MODERNO: LA CIUTAT DE REPÓS I DE VACAN CES

Como se ha venido explicando las actividades de ocio han adquirido especial predominancia a partir del siglo XIX, y es en el siglo XX y específicamente a través de la labor realizada por los CIAM, cuando ellas se revelan como un material de trabajo en la ciudad moderna, al mismo tiempo que se plantean como una responsabilidad pública.

Tanto en la Carta de Atenas redactada para el 4° CIAM (1933) llamado “La Ciudad Funcional”, como en el 5° (1937) centrado en “Vivienda y Recreo”, situaban el problema del ocio de las masas, en un plano relevante para la planificación de la ciudad. Esta importancia estaría basada en una concepción de un hombre idealizado, donde su sanidad corporal, mental y moral estaría asociada al disfrute de su tiempo libre.
Posteriormente, en “Can our Cities Survive?” José Luis Sert reflexiona sobre la importancia de planificar y diseñar los espacios de recreación en vista de los problemas como la ocupación y especulación indiscriminada de áreas naturales, la carencia de espacios de recreación al interior de las ciudades y los problemas derivados del éxodo masivo de las ciudades.
Anterior a estas reflexiones, Sert en conjunto n el G.A.T.C.P.A.C (2), habían proyectado y difundido ampliamente, “la Ciutat de Repós i de Vacances” en el litoral barcelonés en 1931. Podríamos decir que éste será un ejemplo temprano y emblemático, para comprender la impronta moderna en la planificación territorio de zonas de descanso.
Primero, es importante recalcar algunos fundamentos del proyecto: “no se trata de crear una nueva playa de moda. La orientación general del proyecto: es profundamente democrático, encaminada sólo a satisfacer la necesidad social de las clases media y trabajadora, y en el se prescinde en absoluto de casinos y hotel de lujo” (3). De esta manera, dejaban claro el sentido social del proyecto, que se alejaba de las anteriores concepciones elitistas que poblaban las costas.
Por otro lado, establecían que es “un problema de nuestro tiempo que impone una solución nueva, divorciada de toda clase de tradiciones históricas y experiencias anacrónicas” (4). Así prevalecía una aproximación pretendidamente nueva, tanto en la definición formal como programática del proyecto.
El proyecto se ubicaba en la zona al poniente de Barcelona, en la playa de Castelldefels, que para entonces se encontraba deshabitada y desconectada de las vías principales de circulación. Así, como parte del Pla Maciá para Barcelona, se proponía prolongar la calle Les Corts, para asegurar la conectividad fluida con la zona.
Existen varias particularidades de la propuesta, lo primero es concebir grandes bloques de hoteles y sanatorios, como unidades mínimas en dimensión y arrendables a las masas de veraneantes. Por otro lado, los programas contemplados privilegiaban las actividades públicas a través de campos de deportes, cines al aire libre, parque de atracciones, un estadio y varias piscinas.
Finalmente, la propuesta en términos de paisaje, proponía la mantención de grandes áreas verdes de pinares existentes. Sólo se establecía un trazado regular de grandes manzanas de 800 metros, que permitían la conexión vehicular y liberaban el terreno donde se emplazaban los bloques programáticos.
De esta manera, a pesar de lo esquemático del proyecto (5), La Ciutat de Repós i de Vacances se constituye como una aproximación distinta a las soluciones arquitectónicas puntuales. La idea, por lo tanto, de entender la ciudad del ocio como una ciudad paralela, concebida desde cero, y con una función tan específica como la de dar espacio al ocio y entretención a las masas, es al menos radical. Esta voluntad, podríamos decir política, asociada a la proyectual de diseñar desde el gran plan hasta la caseta desmontable escala 1:1, permitió que el proyecto no solo fuera presentado en el CIAM IV, sino que también en numerosas sociedades, sindicatos y federaciones, configurándose como una Cooperativa Popular hacia 1934.


03.
ARQUITECTURAS PARA EL OCIO PÚBLICO

Paralelo a la propuesta presentada, existe una serie de obras construidas, que nos permiten analizar el surgimiento de nuevos programas, la revisión formal de ellos (ahora decididamente modernos) y el reconocimiento de las características contextuales de los lugares en que se ubicaron. Un ejemplo de estas características son las piscinas y los balnearios públicos.
El acondicionamiento de la playa pública de Bellerive en Lausana, Suiza, de Marc Piccard (1937), definía un área acotada de trabajo en la ribera del lago Ginebra, donde se creaba una playa artificial a partir de una obra de infraestructura que ganaba una porción de lago. A lo largo de ella, se emplazaba un edificio de apoyo a las actividades balnearias. Este edificio contemplaba los programas de servicios, y en su remate, una estructura cilíndrica contenía el restaurante y el acceso a la gran terraza sobre él. Así el edificio dotaba del programa necesario, pero también definía claramente a los límites del balneario, liberando una amplia zona verde que precedía el borde del lago.
Otro ejemplo es el balneario de Allenmoos en Zurich, también en Suiza, de Haefeli y Moser (1938). En un terreno bastante irregular, nuevamente la estrategia era definir el área abierta, a través de edificios ubicados periféricamente, liberando la zona donde se ubicaban las piscinas. Con un programa similar al caso anterior, con servicios, camarines y baños, restaurante, bar, contenía además una zona especial para visita de escuelas y juegos infantiles. Así, se definían los edificios de forma independiente según su programa.
Estos ejemplos nos muestran una clara voluntad de dotar de programas afines y cada vez más complejos a las actividades balnearias. Así parece interesante recalcar la idea de otorgar higiene a estas prácticas a través de la excesiva presencia de servicios, como la de generar alternativas programáticas que superan el simple baño.
Por otro lado, parece interesante cómo estas propuestas proponen definir claramente el área de intervención, para garantizar la existencia privilegiada de las áreas abiertas. Éstas, a su vez, se encuentran apoyadas por terrazas, solariums, miradores, recorridos y mobiliario exteriores. Finalmente, arquitecturas que trabajan con la idea de mediación entre interiores funcionales y paisajes exteriores trabajados sutilmente, donde los materiales con que se trabaja, son la sombra, el sol, el agua, la naturaleza y el aire libre.


04.

REFLEXIONES FINALES

Volviendo a algunas premisas iniciales, podemos concluir que en la primera mitad del siglo XX, lo que se produce es una paulatina aproximación al tema del ocio desde una impronta moderna. Esta aproximación posicionó la generación de estos espacios como una cuestión de carácter público, al mismo tiempo abordaron con sensibilidad y delicadeza la relación con el paisaje.

Hoy sabemos que ambas preocupaciones distan mucho de las que actualmente predominan en la arquitectura del ocio; principalmente basada en la especulación económica del turismo como industria. Así, parece urgente reflexionar en torno a la sostenibilidad y conservación de espacios naturales, como a la proyectación de espacios para el ocio de las clases más pobres.

CORTÉS, Macarena.
SPAM_arq vol.3. Santiago, 2006



23/7/07

De un espacio inútil

De un espacio inútil
Georges Perec

En varias ocasiones he tratado de imaginarme un departamento donde hubiera una pieza inútil, absoluta y deliberadamente inútil. No se trata de un trastero o una habitación suplementaria, ni un pasillo, ni un cuchitril ni un recoveco. Habría sido un espacio sin función. No habría servido para nada, no habría remitido a nada.

A pesar de mis intentos me fue imposible llevar a cabo este pensamiento, esta imagen, hasta el final. El mismo lenguaje, me parece, se reveló incapaz para escribir esa nada, ese vacío, como si sólo se pudiera hablar de lo que es pleno, útil y funcional.

Un espacio sin función. No <>, sino que precisamente sin función; no pluri-funcional (esto todo el mundo lo sabe hacer), sino a-funcional. Evidentemente no habría sido un espacio destinado únicamente a <> los otros (cuarto trasero, armario empotrado, guardarropa, estantería, etc.) sino un espacio, repito, que no habría servido para nada.

A veces llego a no pensar en nada, y ni siquiera como el Amigo Pierrot a la muerte de Louis XVI: de repente me doy cuenta de que estoy aquí, que el metro acaba de pararse y que tras abandonar Dugommier unos noventa segundos antes, aunque parezca imposible, ahora estoy en Daumesnil. Pero, en este caso, no he llegado a pensar en nada. ¿Cómo pensar la nada? ¿Cómo pensar la nada sin poner automáticamente algo alrededor de esa nada, lo cual produce un agujero, en el que rápidamente se va a poner algo, una práctica, una función, un destino, una mirada, una necesidad, una ausencia, un excedente...?

Trate de seguir con docilidad esta idea tan difusa. Y encontré muchos espacios inutilizables, y muchos espacios inutilizados. Pero no quería nada inutilizable, ni tampoco nada inutilizado, sino algo que fuera inútil. ¿Cómo prescindir de las funciones, los ritmos, las costumbres, cómo prescindir de la necesidad? Me imaginé que vivía en un apartamento inmenso, tan inmenso que nunca conseguía acordarme de cuántas piezas tenía (lo supe tiempo atrás, pero lo había olvidado y sabía que era demasiado viejo para volver a empezar un recuento tan complicado): todas las piezas servirían para algo, menos una. La cosa era encontrar esa última. En una palabra, no era más difícil que encontrar, en el caso de los lectores de La Biblioteca de Babel, el libro que tenía la clave de los demás. Efectivamente era algo muy próximo al vértigo borgesiano el hecho de querer representarse una sala reservada para la audición de la Sinfonía n° 48 en do, llamada MariaTheresa, de Joseph Haydn, otra dedicada a la lectura del barómetro de la limpieza de mi dedo gordo del pie derecho...

Pensé en el viejo príncipe Bolkonki que, cuando le inquieta la suerte de su hijo, busca en vano durante toda la noche de habitación en habitación, con una antorcha en la mano y seguido de su servidor Tikhone con unas mantas de piel, la cama donde al fin cogerá el sueño. Pensé en una novela de ciencia-ficción donde el hábitat había desaparecido; pensé en otro relato de Borges (El Inmortal) en el que unos hombres que habían perdido la necesidad de vivir y morir construyen palacios en ruina y escaleras inutilizables; pensé en grabados de Escher y cuadros de Magritte; pensé en una gigantesca caja de Skinner: una habitación enteramente negra, un único botón en una de las paredes; al apretar el botón aparece por un breve instante algo así como una cruz e Malta gris sobre fondo blanco...; pensé en las grandes pirámides y en el interior de la iglesia de Saenredam; pensé en algo japonés; pensé en el vago recuerdo que tenía de un texto de Heissenbüttel en que el narrador descubre una pieza sin puertas ni ventanas; pensé en sueños que había tenido sobre el mismo tema, cuando descubría en mi propio apartamento una pieza que no conocía...

Jamás llegué a algo realmente satisfactorio. Pero creo que no perdí completamente el tiempo al tratar de franquear ese límite improbable: tengo la impresión de que a través de este esfuerzo se transparenta a lo que podría tener estatuto de habitable...

PEREC, Georges.
Especies de Espacios.
Ed. Montesinos. Barcelona, 2003

Segundo semestre 2007_ Arquitectura + Ocio

Segundo semestre 2007_ Arquitectura + Ocio

Cada vez con mayor ahínco, dentro del acontecer del mundo contemporáneo se tiende a entregar un valor creciente al tiempo de ocio. Constituye quizás un signo de la época. Cuando las economías globales presentan un punto de crecimiento tal, que llegan a satisfacer con creces las necesidades básicas que cada sociedad establece, el trabajo como acto cotidiano de producción parece menguar, para liberar espacios de tiempo que se acumulan para destinarlos a ocupaciones que salen del ámbito de lo cotidiano.

Si ya en los años sesenta Guy Debord, tras un velo reactivo, anticipaba la captura del tiempo libre por parte del hombre moderno, como resultado de un mecanismo de banalidad espectacular, a partir de una sociedad definida como de consumo, y dentro de una economía asentada en el capital; es hoy en nuestro contexto cuando aquellos juicios se hacen notar con mayor énfasis.

Si entendemos por arquitectura aquella disciplina que, lejos de hacer caso omiso de los pulsos de una cultura determinada, incorpora sus manifestaciones, y es capaz además de ser testigo de un tiempo, el ocio como actividad cobra cada vez mayor relevancia a la hora de pensar y edificar espacios acordes y coherentes para ello, reformulando de modo crítico dichas pulsaciones.

Ejercicios | Definido el campo de acción para el presente semestre, se han propuesto tres ejercicios, de diferentes escalas y complejidades, como puntos de aproximación al mismo.

E1_ Un espacio para nada
Tema | Como primer acercamiento al campo de investigación del presente semestre, basándose en las observaciones realizadas por Georges Perec en ‘Especies de espacios’, se propone la creación de un espacio sin fin específico, fuera de las premisa forma–función, el cual albergue una situación de cabida libre como configuración, o control del azar, del habitar como tiempo de ocio.

E2_ Refugio en Santuario de la Naturaleza Yerba Loca
Tema | Se propone el diseño de un espacio de refugio en el “Santuario de Yerba Loca”, tomando como premisa la economía de medios y el logro de condiciones espaciales adecuadas para el desenvolvimiento del usuario en tiempo libre bajo condiciones adversas.

E3_ Equipamiento en acentamientos espontáneos de Ocio: Puerto Viejo

Tema | Puerto Viejo es un balneario localizado en la tercera región, surgido a partir del apropiamiento espontáneo de la playa por parte de un grupo de personas en busca de una segunda vivienda, una vivienda de esparcimiento. Se propone entonces el diseño de equipamiento para este balneario, respondiendo a las características particulares del lugar, así como también a las características del usuario, y a las condiciones particulares de temporalidad propias de este tipo de asentamientos.

6/7/07

Primer semestre 2007_ E3 'Velatorio + Capilla'

Primer semestre 2007_ E3 'Velatorio + Capilla'

Tema |Como ejercicio final acerca del tema desarrollado durante el semestre y teniendo como antecedente los ejercicios ya abordados, se propone la creación de un velatorio y una pequeña capilla los cuales estarán emplazados en alguno de los cementerio de la ciudad de Santiago.

Duración | 6 Semanas

Proyectos escogidos:

Paulina Bustos_
Sebastián Cruz_
Gustavo Quiñinao_
Francisco Fara_